9/7/09

El éxito contra todo pronóstico

Había una vez dos ranas que cayeron en un recipiente de leche. Inmediatamente sintieron que se hundían, las dos patalearon intentando llegar al borde del recipiente, pero, era inútil. Una de ellas dijo: “No puedo más, es imposible salir de aquí. Ya que voy a morir, no veo para qué prolongar este dolor ... qué sentido tiene morir agotada en un esfuerzo inútil”. Dicho esto, dejó de patalear y se hundió con rapidez.

La otra rana se dijo: “¡No hay caso! Nada se puede hacer para avanzar. Sin embargo, ya que la muerte me llega, prefiero luchar hasta mi último aliento”. Y siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar. De pronto de tanto patalear y batir la leche ésta se transformó en mantequilla. La rana dio un salto y llegó hasta el borde del recipiente. Alegremente regresó a su casa.

En los momentos más complicados lo único que no podemos perder es la esperanza.

Esa capacidad interior del ser humano para hacer frente a las adversidades, superarlas y ser transformado positivamente por ellas, se llama resiliencia.

La resiliencia es la capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves. Es un ajuste saludable a la adversidad.

Pero, ¿cómo es el lenguaje que usamos para referirnos a las adversidades y la actitud que tomamos frente a éstas en el hogar? Las posturas que asumimos son magníficos modelos para que nuestros hijos enfrenten las propias.

Cuando son menores es frecuente que nosotros hagamos la lectura o interpretación de la adversidad que les sucede. Usando un lenguaje poco esperanzador, alarmante, o una actitud pasiva y resignada, así les enseñamos a no tener esperanza.

Cuando se pierde la esperanza surge una sensación de estancamiento, aceptamos una vida problemática como normal, y algunas veces llegamos al nivel de hacernos tolerantes al daño sobre nosotros mismos, es como si ya nos diéramos por perdidos, y ya qué más da. Sin embargo la actitud que se tome ante la adversidad puede convertir a ésta en una oportunidad para descubrir el propio potencial, conocer nuevos recursos en uno mismo y crear oportunidades interesantes.

La energía para transformarse, para motivarse a un cambio, sólo es posible si hay una sensación de inconformidad, si no sabemos contra qué rebelarnos no habrá el salto hacia el cambio.

Una amiga y psicóloga, Liliana Mayo, ha logrado construir con el paso de los años una gran institución, el Centro Ann Sullivan del Perú, un centro dedicado a un proyecto de integración a la vida para personas con habilidades diferentes, diagnosticadas con Síndrome de Down, Síndromes del Espectro Autista y Parálisis Cerebral y Retardo Mental, personas que muchos dirían que no tienen mucha esperanza de éxito. Pese a todo, ella junto con su equipo ha logrado el éxito de sus alumnos y sus familias, y contra todo pronóstico, los ha inducido a pensar que “Juntos hacemos posible lo imposible”. Muchos de ellos trabajan en empleos reales e incluso mantienen a sus familias.

Según las investigaciones no todos somos resilientes, pero creer que “sí se puede” e impulsar a otros a creerlo sí es una capacidad humana muchísimo más frecuente. Sin embargo, creo que a veces, si vamos en esa línea, cruzamos límites insospechados de logro.

Crear en nuestros hijos ese lenguaje interior que los motive a avanzar, demanda que nuestro lenguaje sea un modelo para que ellos creen su propia voz optimista, una que vislumbre sueños, los induzca a seguirlos, los alerte de los desvíos, y también los felicite por los logros alcanzados. Lo que nos decimos a nosotros mismos es nuestra principal fuente de influencia para el cambio.

Es una gran y hermosa labor el hacerles ver que el pasado ya no se puede volver a tocar y que el futuro sólo se puede predecir construyéndolo.

En este medio año que nos queda, pongámonos a analizar el entorno, vislumbremos lo que deseamos que suceda para nosotros y nuestros hijos y pongámonos a trabajar, y si miramos para atrás, que sea con el retrovisor, y sólo para ver cómo nos sirvió de experiencia.

¡Nuestro destino puede ser diferente!, ¿por qué debería ser como lo la lógica de las estadísticas, los pronósticos y progresiones dicen? ¿Por qué no intentar arriesgarse a lograr un destino diferente, a tener éxito contra todo pronóstico?