17/10/10

La moda es estar flaca

Bombardeadas por mensajes de “la moda es estar flaca”, las chicas pueden llegar a desarrollar una imagen distorsionada de su cuerpo, viéndose a sí mismas gordas, a pesar de llegar a estar peligrosamente delgadas. Cuando comparan la propia imagen corporal con el ideal interiorizado, surgen sentimientos de insatisfacción, ansiedad y una necesidad compulsiva de cambio físico.

Entonces, aparecen los trastornos (anorexia o bulimia), las jóvenes recurren a dejar de comer, a someterse a purgas mediante vómitos, diuréticos o laxantes; realizar ejercicios físicos de manera compulsiva o desgaste de zonas específicas de su cuerpo, poniendo en peligro su salud física y psicológica. Los adolescentes varones también pueden presentar estos trastornos, aunque en menor número.

Debemos estar alertas a los signos que nos indican que nuestra hija puede estar desarrollando un trastorno de este tipo, estos signos sugieren que se puede haber instalado una asociación estrecha entre delgadez y bienestar emocional. Algunos que voy a mencionar se detectan al dialogar y al estar atentos a sus emociones:

•Preferir comer a solas.
•Contar las calorías o gramos de grasa en los alimentos.
•Decir que se siente gorda, a pesar de no ser así.
•Realiza dietas excesivas.
•Comer grandes cantidades de alimento en un periodo corto de tiempo.
•Inducirse a vomitar después de comer o tomar algo.
•Pesarse varias veces al día.
•Manifestar tristeza o desagrado cuando se observa en el espejo.
•Comer cuando está ansiosa, deprimida o se siente sola.
•Hacer ejercicio en exceso.
•Utilizar laxantes, pastillas para bajar de peso o diuréticos cada semana.
•Sentirse frecuentemente deprimida o infeliz consigo misma.
•Considerar como muy importante el tema del peso en sus conversaciones con el grupo que la rodea.
•Observarla preocupada o con sentimientos de culpa acerca de lo que come y cuánto come.
•Aislarse de la familia y los amigos. Dejar de participar en actividades que solían ser de su agrado.
•Alterarse cuando hacemos comentarios relacionados con su alimentación
•Manifestar que siente que otros lo presionan para que adelgace.
•Expresar de alguna manera que el peso es una de las pocas cosas en las cuales puede tener control. Expresar que las personas pueden “meterse” en todo, menos en lo concerniente a su alimentación.

¿Qué podemos hacer los padres para prevenir estos trastornos?
Oriente a su hija para que:
•Reconozca y exprese sus sentimientos.
•Identifique sus necesidades propias y las satisfaga sin perjudicar a otros.
•Aprenda a vestirse cómodamente, antes que a la moda.
•Rompa el hábito de comparar su apariencia con la de los o las demás.
•Acepte su cuerpo, lo cuide y lo quiera.
•Acepte que nadie es perfecto y que toda persona comete errores.
•Cuando se mire al espejo, se asegure de percibir qué es lo que le gusta y se lo recuerde a sí misma.
•Cuando conozca a otros se centre en algo concreto al margen de su apariencia: esforzarse por ser interesante, ingeniosa, agradable o receptiva.
•Elogie a las personas por otras razones que no sean la apariencia física.
•Cuide entrenamientos y dietas, sobre todo si es atleta.
•Evite hacer dietas sin el consejo de un médico.
•Participe en las comidas familiares que estrechan los lazos de afecto entre los miembros.
•Rechace la moda de la delgadez como una llave al éxito y a la aceptación social.
•Critique aquellos mensajes (en medios de comunicación o a su alrededor) que la hagan sentir mal con su cuerpo y su aspecto.

Por otro lado, hay que:
•Estar alerta a los mensajes que le damos a nuestra hija, que de alguna manera la programen o estimulen a la delgadez como patrón de salud o como medio de aceptación social: “Si sigues comiendo así, te vas a convertir en una gorda”, “Deja ya de comer, después no te quejes si no te invitan a…”, etc.
•Observar en nosotros mismos, si como personas estamos muy pendientes de nuestra figura, y eso puede también crear una expectativa en nuestra hija.
•Velar porque la familia consuma alimentos sanos.
•Evitar sobredimensionar la apariencia física de su hija como factor de valor personal, apréciela por lo que es, más que por la forma en que luce.
Los trastornos alimenticios provocan un deterioro de la autoestima, de los sentimientos de independencia y del control de la propia vida, de los vínculos familiares y sociales y pueden, incluso, provocar la muerte.
Por ello es importantísimo observar y detectar sus signos a tiempo, dándoles su real magnitud. No sirve de nada encubrir el problema.

17/7/10

¿Cómo ayudar a mis alumnos que no atienden en clase?

Aquí les listo algunas sugerencias que se pueden utilizar desde el rol como maestro para ayudar a los estudiantes con dificultades atencionales, su uso puede ayudar significativamente el aprendizaje de ellos

1. De las instrucciones de una en una, éstas deben ser concretas, cortas y en un lenguaje positivo. Con el objetivo de facilitar el cumplimiento de las instrucciones por parte del alumno será necesario, en primer lugar, que se establezca contacto ocular o proximidad física con é, asegurando así su atención, y en segundo lugar, pídale de vez en cuando y privadamente que las repita, para asegurarse de que ha captado la información, no de por hecho que la ha captado. Esta sugerencia puede ayudar con todo el aula, incluso con aquellos que no tienen dificultades atencionales.

2. Explique a todos el vocabulario empleado en las instrucciones de los ejercicios o fichas, eso implica verificar si tiene claros los conceptos previos.

3. Asegúrese de que su alumno dispone de todo el material necesario para realizar la tarea y así evitar que se levante o se disperse.

4. Acuerde con el adolescente una clave gestual para cuando necesite llamarle la atención. Si interrumpe mucho ofrézcale la norma por escrito o a través de un dibujo en un lugar visible para él (“para intervenir es necesario estar en silencio, bien sentado en la mesa y con la mano levantada”) ó pacte con él señales silenciosas como recordatorio (tocar, mirar, hacer un guiño) y mantenerse a menudo cerca de él.

5. Incentive el subrayado.

6. Divida la presentación de tareas en pequeñas partes y pídalas en cortos espacios de tiempo. Eso le ayudará a que se marque objetivos concretos y cortos.

7. Promueva las actividades visuales y dinámicas en la metodología de clase. Identificar el estilo de aprendizaje del alumno, si es un aprendiz visual le será útil practicar el uso de esquemas y resúmenes previa a las evaluaciones, si es auditivo las conversaciones acerca de los temas son un interesante medio y si es kinestésico les será funcional el hacer cosas o experimentar con la información para aprender.

8. Intente prever momentos clave en que sabe que pierde fácilmente la atención: los momentos de transición de una clase a otra, tareas en aula poco planificadas, introducción a un tema nuevo, recordar algo que ya se hizo, momentos sin actividad, etc.

9. Si está llevando terapia, pactar previamente con el adolescente señales de recordatorio para aplicar las técnicas de autocontrol o relajación, cuando observemos que es necesario ejecutarlas, el maestro puede ofrecerse para funcionar como un radar. Una de las características de las dificultades atencionales es que imposibilita la capacidad para ser consciente del propio descontrol.


10. Revise con frecuencia sus tareas, establecer comunicación con los padres para la supervisión por ambas partes.

11. Animar a utilizar la agenda de forma sistemática, supervisarle y felicitarle por su uso.

12. Asegurarse de que dedica un tiempo al estudio, al repaso diario y a organizar sus apuntes y tareas diarias en casa, en muchos casos los papás no están en casa y hay poca o ninguna supervisión, tenga la garantía que quien le ayuda en casa no le está dando demasiadas ayudas para hacer sus tareas, que enfatice más en enseñarle estrategias más que darle respuestas.

13. Una estrategia escolar para el manejo de la desconcentración en la resolución de tareas en clase consiste en: Parar, Mirar alrededor, Qué tengo que hacer, Cómo lo haré, Me concentro, Lo hago, auto-reforzamiento o Repaso desde el punto de fracaso. Ser guía de sí mismo es uno de los desafíos de los alumnos con dificultades atencionales. Dele el modelo a todo el aula y hágala ejercitarse. En gran medida las dificultades atencionales obedecen a una dificultad para hablarse a sí mismo y darse instrucciones para alejar los distractores y persistir en una tarea no obstante el tedio, es preciso ayudarle a saber qué es lo que va a hacer antes de iniciar algo, a pensar en las consecuencias (qué ocurriría si ...), guiarse a sí mismo, pensar en cómo puede corregirse a sí mismo cuando va haciendo las cosas (tengo que ir más lento, cálmate ...), y de auto-elogio (¡lo estoy haciendo “bacán”!).

14. Es preciso vigilar la ingesta de alimentos ricos en azúcar tanto en la lonchera como los que compra en el kiosko; el azúcar, la comida chatarra o el exceso de calorías provee de una energía adicional que en un alumno con dificultades atencionales no lo predispone a mantenerse tranquilo.

9/7/10

Las Vuvuzelas y el poder del lenguaje positivo

Este Mundial se recordará por las sorpresas, pero también por el sonido de las vuvuzelas, una especie de trompetas que usaban los hinchas sudafricanos para alentar a su equipo, y que cuyo uso se ha generalizado en gran parte de la hinchada.

A veces como un zumbido de abejas, a veces como un coro de elefantes, todo ello para influir positivamente en su equipo, para motivarlos a emprender la batalla como abejas o como elefantes, organizados y enérgicos, con un solo objetivo y bajo una misma estrategia.

Los deseos positivos tienen un poder inmenso sobre quienes los reciben. De alguna manera programan sus mentes y los predisponen al éxito. El lenguaje tiene un gran poder: el poder de invitar al cambio.

En esta corta nota, quiero reflexionar acerca de cómo venimos usando nuestra vuvuzela en los diálogos con nuestros hijos, dicho de otra manera, cómo venimos usando nuestro lenguaje, este delicado instrumento, para alentarlos al cambio.

Los padres tenemos una influencia intransferible sobre nuestros hijos. Según un estudio que llegó hace unas semanas a mis manos, hemos vuelto a ser los principales referentes de nuestros hijos (hinchas y directores técnicos) aún por encima de los amigos. Nuestro lenguaje y nuestra forma de actuar son los medios privilegiados para comunicar y moldear una visión del mundo, pero también, moldean la visión de sí mismos que tienen nuestros hijos. Luego, desde ese molde valoran y juzgan al mundo y, también, a sí mismos.Si nuestros hijos experimentan con frecuencia la motivación positiva de nuestras palabras, éstas les sirven de modelo para expresar más fácilmente el afecto y aliento a otros a través de las propias, así como a hablarse positivamente a sí mismos, y en esos momentos difíciles, a través de su propio lenguaje alentador y optimista, a sobreponerse a las adversidades.

Las palabras expresadas en sentido positivo, imprimen una energía especial y permiten acceder a una lectura o percepción diferente de las cosas, usualmente más intensa y estimulante, como el mapa de la búsqueda del tesoro en vez de un mapa de secretos mortales que evitar.

Aquí pongo algunos ejemplos, que tienen las limitaciones del lenguaje escrito, pero que con las inflexiones emotivas de su voz podrían invitar a sentir y a hacer diferente. Intentemos probar un uso diferente de nuestro lenguaje en situaciones en las que acostumbramos usar un lenguaje atemorizante, desalentador o sarcástico. Evitemos el uso de la palabra “no” (que suele tener un efecto boomerang) al inicio de nuestros diálogos:

“La siguiente vez no salgas jalado” cambiarla por “La próxima vez seguro que tus notas mejorarán”

“No sé cómo lo lograste” por “Eso es lo que yo esperaba de ti”

“No te equivoques” por “Yo sé que lo harás”

“Es bien raro que hagas eso, ¿qué te pasó?” por “¡Qué sorpresa tan buena me diste!”

“No deseo que te pase nada malo” por “Quiero para ti lo mejor”

“No demores” por “Sé puntual”

“No estuvo mal lo que hiciste” por “Me siento orgulloso de ti”

“No te quedes callado” por “Dile lo que piensas”

“No noto avances rápidos” por “Cada día eres mejor”

“No sé si creerte esta vez” por “Creo en lo que me estás diciendo y sé que lo lograrás”

“Nunca cambias” por “Intenta una vez más. Estoy seguro de que te saldrá mejor esta vez”

“¿No entiendes, caramba?” por “Ven y te explico”

“Cállate y no llores” por “Ven, cálmate, respira y explícame lo que deseas”

“No te distraigas ni canses” por “Mantente atento a cada detalle y participa”

Vuvuzela significa en lenguaje zulú “baño de sonido”, ¿qué tanto nuestro lenguaje es un baño de sonidos y mensajes alentadores para nuestros hijos?. Intentemos probar el uso de un lenguaje positivo en algún momento en que nos hayamos acostumbrado a no hacerlo y observemos el efecto que tiene este cambio.

19/6/10

Si todas las teclas del piano sonaran igual …


Hay ocasiones en que nos quedamos absortos mirando el sueño de nuestros hijos y nos preguntamos cuán amados serán en el futuro, deseando que hallen personas que los quieran tanto como nosotros. Sin embargo, lo real es que a medida que los hijos crecen, perdemos el control del mundo en el que viven. De hecho, este no es tan protector como el de la familia o la escuela. Por esto es importante que los ayudemos a reducir los riesgos que implica este “salir afuera”. Ser tolerante hoy en día es remar contra la corriente. Ayudarlos a forjar compañerismo y amistad mutua es una empresa complicada cuando los mensajes que se reciben en los medios de comunicación sobre la forma de relacionarnos tratan de excluir, chismear, “maletear”, “franelear”, aprovecharse del otro, coludirse en contra del diferente o fanatizarse en una especie de logia, distorsionando el sentido de la amistad y las relaciones sociales, y adjudicándole al niño o joven un rol equivocado que puede asumir como su estilo de vincularse con las personas. 

¿En qué medida nuestras acciones contribuyen a que esos mensajes calen más rápido o se agudicen en nuestros hijos? Evitemos apoyar acciones o actitudes en ellos que, a corto o mediano plazo, inviten a que las personas que los rodean les muestren lo peor de sí mismas.Ayudémosles a ser tolerantes con los demás. Tolerar es una forma de invitar al otro a “ser parte de”. Cuando nuestros hijos están en contacto con diferentes formas de ser y vivir, aprenden a aceptar con naturalidad las diferencias y los enfoques diversos de las personas. Estas podrían tener razón además de una propia concepción especial de la felicidad.

Si todas las teclas del piano sonaran igual, no se podrían crear armonías musicales. Quizá por ello, cuando se compone una pieza musical, se habla de “arreglos”, pues las notas deben “arreglárselas” para armonizar en una hermosa convivencia. La posibilidad de la convivencia radica en el respeto y la valoración de las diferencias, en aceptar que los demás son como son y no en pretender que sean como nosotros quisiéramos que sean. Cuando tratamos de descubrir lo mejor que hay en los demás, esa visión selectiva nos abre el panorama hacia nosotros mismos, como un boomerang, permitiéndonos hallar lo mejor de nosotros mismos también. En ese sentido adquiere valor el pensamiento “dime qué odias en los demás y te diré qué es lo que no aceptas de ti”. La tolerancia es una invitación para el afecto y aprecio de los demás.


Es una fuente de integración que permite forjar amistades íntimas y de apoyo mutuo. Educar a nuestros hijos en tolerancia implica estimularlos a entender a los demás, a cooperar, a ser sensibles a las necesidades del otro. También supone enseñarles a estar alerta y ser críticos ante la intolerancia, la discriminación y los abusos. Quien aprende a pensar de forma tolerante nunca deja de pensar así.

“Los problemas eran los mismos, queríamos paz en la tierra, amor y tolerancia entre las personas de todo el mundo. Hemos aprendido que el cambio es lento”. Paul McCartney

Autoestima = Aceptación incondicional

Las primeras imágenes que forman nuestros hijos de sí mismos y de sus acciones son construidas con información que viene del mundo que los rodea. Nuestras palabras para ellos no son meras opiniones y críticas, son sus realidades. Por ejemplo, las apreciaciones de que es “lento, enfermizo ó inútil” o la forma en que los demás se relacionan con ellos, les llegan como verdades, más aún si se trata de personas significativas. La autoestima no solo se refiere a las características que definen a alguien, sino también a cómo se siente acerca de esa imagen que va construyendo de sí mismo, es decir uno se puede sentir contento y satisfecho con esa imagen, quizá no tanto, o quizá la mire con desagrado. La principal alerta de una baja autoestima es la necesidad imperiosa y excesiva dependencia de la aprobación o afecto de parte de los demás. El niño o joven con baja autoestima crea formas en aras de lograr aprobación y el afecto que desea. Lo hace a través de formas que van de lo agresivo a lo sutil, usando: el chantaje, el alarde, la lástima, la transformación, la exigencia de justicia, o por medio de amenazas.


Estos pensamientos se expresan a través de auto críticas e insatisfacción consigo mismo, mostrando sensibilidad a la crítica (resintiéndose con quien hizo la crítica o achacando la responsabilidad a otros), evitando arriesgarse o tomar decisiones, tratando de hacer todo con perfección obsesiva, explotando en cólera por cosas de poca importancia, expresando que nada le es suficiente (todo le decepciona, nada está a la altura de como quiere las cosas), viendo todo oscuro, incluso a sí mismo.

Cuando la capacidad de razonar se va desarrollando con el paso de los años, sucede algo eminentemente humano, el niño se habla a sí mismo, su propio lenguaje se convierte en una gran influencia, entonces es preciso en
señarle a tener cuidado acerca de lo que dice sobre sí.

Hay que enseñarle a juzgar sus conductas y actitudes pero no su esencia, él es valioso incondicionalmente. Y para ello, tiene que aprender a cambiar en su lenguaje el verbo “ser” por el verbo “tener”. Por ejemplo:

Si el niño califica o juzga su esencia, se invita a sí mismo a reflejar eso al mundo, se inhibirá de hacer algunas cosas, justificándose en que “soy así”, “es mi manera de ser”.

En los diálogos que tenga con su hijo dele la esperanza o la realidad de no reconocerse permanente en algo (como una etiqueta), de que diferencie sus acciones de su persona, si ha incurrido en un error, no es un tonto o un fracasado; si ha obtenido bajas calificaciones, no es un flojo; si le ha ido exitósamente en algo, nos pone cont
entos como padres, pero no significa que va a tener éxito en todo, ni tampoco se debe sentirse obligado a ello; etc.

Si se cree las etiquetas que él mismo generó sobre sí mismo y que lo califican negativamente, no hará esfuerzos por aprender formas nuevas
de comportarse, porque irán en contra de su “forma de ser”. Ayúdele a valorarse comenzando por enseñarle a diferenciar sus conductas de su persona, sus conductas pueden ser juzgadas como buenas o malas, productivas o no, exitosas o erradas, útiles o no, en algún porcentaje y bajo ciertas condiciones, pero, su esencia como persona es valiosa incondicionalmente.

Hijos en medio de las discusiones de sus padres


En la semana varios de nuestros alumnos me conversaron acerca de lo mal que la pasan cuando viven en medio de un ambiente familiar con discusiones, peleas y agresividad, me describieron cómo se sienten paralizados, atemorizados, con ganas de escapar, de no estar allí, con muchas fantasías negativas y en algunos casos con sentimientos de culpa.
Ser testigo de este tipo de enfrentamientos les afecta mucho. Sin embargo, las discusiones son naturales en la vida de pareja, y hay que aprender a discutir y tomar en cuenta algunas pautas para que en ese proceso de llegar a “acuerdos”, no se vean afectados emocionalmente sus hijos.
Hay algunas sugerencias que deseo expresarle para minimizar el daño que hacen las discusiones a sus hijos:
Explíquele a sus hijos que es natural tener opiniones diferentes y discutir, pero que hay maneras de hacerlo bien. Aprenda a discutir sin gritos ni insultos, sin echarle la culpa al otro y aceptando los puntos de vista de su pareja aunque no los comparta.
Los problemas de pareja deben de discutirse en privado, sin que los escuchen, para así evitar todo tipo de fantasías y dolor en ellos. Protéjalos de ver escenas de violencia. Por ello acuerde discutir en otro momento o lugar. Postergar también ayuda a calmarse y pensar mejor los argumentos para discutir.
Evite colocar a sus hijos al medio, tratando de que tomen una posición a favor de uno de ustedes o preguntándoles de qué lado están. Eso los hará sufrir mucho, pues ellos aman a sus dos padres y no pueden decidir a quién quieren más. Se sentirán como Túpac Amaru, paralizados, sin poder resolver nada. Ellos tienen derecho a tener a sus dos papás con imágenes sólidas y admirables.
Evite convertir a sus hijos en su apoyo emocional, haciéndoles oír sus problemas de pareja, eso quizá le haga sentir bien a usted, pero, sus hijos conocerán mucha información que no deberían, por el impacto emocional que les puede causar (impotencia de no poder hacer mucho para ayudarle o rabia en contra del otro padre). Asimismo, les dará mucho poder, usted y su hijo se pondrán al mismo nivel. Mejor converse con alguien de su confianza, un amigo que le pueda entender.
Esté atento a cómo expresa su violencia en las discusiones (arrojando cosas, poniendo cara rabiosa, con insultos o mentiras), ya que sus hijos, por más pequeños que sean están atentos a todos esos detalles. Es preciso discutir con responsabilidad, ello implica ver dónde lo hacemos y además ver cuál es el impacto de estas discusiones en quienes nos rodean.
Si la discusión comenzó por alguna discrepancia respecto de la crianza (porque su pareja fue demasiado fuerte o blanda desde su punto de vista), converse con su hijo para aclararle que él no es culpable de que discutan o peleen, quizá pudo haberse iniciado por eso, pero, acepte que no supieron cómo manejar su discusión y por ello se comportaron de manera violenta, que habían otras maneras de arreglar las cosas.
Los niños y adolescentes poseen mucha imaginación, esté atento pues pueden concluir que hay una posibilidad de separación, y sentirse muy inseguros y temerosos.
Esté atento también cuando parece que no les afecta nada, muchos niños y jóvenes deciden ocultar sus sentimientos, para no generar más problemas a sus padres y agravar las cosas.
Si vive una relación en la que las discusiones y las peleas son constantes, en una escalada de violencia, con sufrimiento para ambos miembros de la pareja, imagine lo que sentirán sus hijos. Busque ayuda profesional para afrontar la recuperación de su relación o para que la separación suceda de manera ordenada y con las menores consecuencias en sus hijos. Puede haber fracasado como pareja, pero no puede darse además el lujo de fracasar como padre. La Terapia Familiar Sistémica considero es una forma de intervención muy útil para el manejo de estas situaciones que afectan a todo el hogar.
Tener como pareja bajo el mismo techo a dos personas con diferentes maneras de pensar, sentir y ser, es el lugar propicio para potenciales discusiones y enfrentamientos. Sin embargo, el amor que los unió les confiere la responsabilidad de crear un ambiente seguro, cálido y de valoración para todos sus miembros.

Hijos al poder


El desafío de nuestros hijos en el transcurso de su pubertad y adolescencia es ganar el autocontrol con la ayuda de sus padres, quienes tienen la responsabilidad de ponerle límites.
Los modelos de crianza basados en la violencia o la entera libertad no ayudan para ello. La permisividad y la sobreprotección son tendencias comunes en las familias actuales y en esos contextos los hijos obtienen mucho poder sobre sus padres, la autoridad de sus padres se desdibuja, y no se sabe quién es quién.
Poner límites no significa limitar o cuadricular, cuando ponemos límites a los chicos lo hacemos con el único afán de protegerlos.
Imagine usted, en una carretera, las líneas, señales de tránsito, barandas de contención ó luces no están dispuestas para limitarlo, están para protegerlo.
Existe la idea de que para poner límites uno debe hacerlos sentir con violencia o castigando con el silencio, el ensañamiento no tiene que ver con poner límites, como tampoco actuar de acuerdo con el estado de ánimo, por ejemplo soy más duro cuando estoy de mal humor y sumamente condescendiente cuando estoy bien.
Los chicos entienden así que las reglas dependen del humor de los padres sin quedarle claro qué es lo que ellos realmente desaprueban. Antes de poner un límite es preciso tener bien claro lo que se va a decir y estar de acuerdo ambos padres, de tal manera que los chicos reciban un único mensaje. Quizá nos podemos preguntar antes de decir algo al joven: ¿Cómo este límite puede ayudar a mi hijo a vivir mejor?
Por otro lado, trate usted de vivir lo que quiere enseñar, sea congruente, por ejemplo: cuando usted le exige apagar el videojuego a su hijo a una hora, limitando el tiempo de diversión, él no entenderá cuando usted llega a casa de una fiesta, mucho después de la hora que señaló para su regreso.
Si uno desea ser firme debe dar el mensaje de que los límites son fijos y es preciso al establecerlos no sentirse culpable. Primero analice porqué se siente usted culpable (quizá está sintiendo que es un capricho suyo o está siguiendo la voz de un tercero y usted no está muy convencido).
Segundo, los límites (las reglas y los “basta ya”) se dan con afecto y firmeza, en aras de lograr disciplina, que no es más que esa capacidad de postergar una satisfacción inmediata por una responsabilidad y tomar en cuenta los derechos de las otras personas. Poner límites implica:
1)Hablar con los chicos sobre la importancia de regular su comportamiento (para hacer cosas o dejar de hacerlas), su participación, opinión y negociación es importante para comprometerlos.
2)Recordarle la existencia de los límites y las cercanías a romperlos usando algo así como las señales de tránsito en una carretera (curva peligrosa, disminuir la velocidad, etc.) y si se da el caso.
3)Aplicar las consecuencias acordadas (que deben estar previamente definidas entre ambos también), cuando hay un acuerdo y se procede según lo acordado, no hay buenos ni malos en la escena.
Un entorno con límites claros y básicos ayuda mucho a los chicos a adaptarse a otros entornos: laboral, educativo, de pareja, etc.
Recuerde que en su familia el joven aprende lo que puede esperar del mundo, pero también lo que le puede hacer al mundo.
En la familia obtiene sus primeros aprendizajes, hay que estar alerta a éstos, pues de ser inadecuados pueden ser indicadores de potenciales problemas en las relaciones consigo mismo y el entorno, en un corto plazo.
Además de los límites claros, otros factores que protegen a los jóvenes son las relaciones afectuosas y constructivas con sus padres y amigos, sentirse hábil o competente en algún área o pericia, y servir o hacerse responsable de otros, así como sentir que su presencia motiva o influye positivamente en otros. Usted es el gran amor de su hijo, y no hay mayor responsabilidad que ser el gran amor de otra persona.
Poner límites proyecta interés y amor por los chicos, tanto como el afecto, el respeto, y la comunicación positiva.

¿Cómo saber y qué hacer si mi hijo consume drogas?


Cuando hablo de drogas me refiero a aquellas sustancias aceptadas socialmente como el alcohol o el tabaco, hasta las consideradas ilegales como la marihuana, pasta básica, cocaína, las de diseño como el éxtasis, entre otras.
No siempre es fácil detectar las señales que indican que nuestros hijos están usando drogas, ya que algunos de éstas son comunes en el comportamiento de adolescentes normales.
Los efectos de las drogas dependen de varios factores: qué droga se consume, la dosis, la frecuencia y las características de quien las consume. En general todas las drogas son peligrosas para ciertos individuos a determinadas dosis, incluso pequeñas, algunas son más peligrosas que otras. El uso de cualquier droga significa asumir un riesgo.
Aunque no hay ninguna señal instantánea y concreta que indique claramente que un joven pudiera estar consumiendo drogas, las siguientes que les expongo pueden ser indicios de un posible problema con nuestros hijos, y pueden ser el inicio para que usted haga un seguimiento muy cuidadoso:
Cuando hablo de drogas me refiero a aquellas sustancias aceptadas socialmente como el alcohol o el tabaco, hasta las consideradas ilegales como la marihuana, pasta básica, cocaína, las de diseño como el éxtasis, entre otras.
No siempre es fácil detectar las señales que indican que nuestros hijos están usando drogas, ya que algunos de éstas son comunes en el comportamiento de adolescentes normales.
Los efectos de las drogas dependen de varios factores: qué droga se consume, la dosis, la frecuencia y las características de quien las consume. En general todas las drogas son peligrosas para ciertos individuos a determinadas dosis, incluso pequeñas, algunas son más peligrosas que otras. El uso de cualquier droga significa asumir un riesgo.
Aunque no hay ninguna señal instantánea y concreta que indique claramente que un joven pudiera estar consumiendo drogas, las siguientes que les expongo pueden ser indicios de un posible problema con nuestros hijos, y pueden ser el inicio para que usted haga un seguimiento muy cuidadoso:
. Inasistencias al colegio o bajo rendimiento académico.
. Desmotivación, aislamiento, depresión o fatiga.
. Falta de interés en su apariencia personal.
. Hostilidad o falta de cooperación.
. Comportamiento violento, con sus compañeros y profesores.
. Falsificación de notas o firmas tanto de profesores y/o directivos como de familiares.
. Permanentes dificultades. A causa de mentiras, robos en su aula u otras aulas, peleas, citas a los padres.
. Pedir dinero prestado con frecuencia o tener dinero en efectivo extra.
. Alejamiento de la familia, de los amigos o de los pasatiempos y deportes favoritos.
. Guardar “secretos” sobre sus acciones, posesiones, su paradero o amistades.
. Cambios físicos (nariz persistentemente congestionada, ojos rojos, pupilas dilatadas o contraídas, dedos amarillos).
. Cambio en los hábitos de comida y sueño (hacerlo más o menos de lo normal) o en el peso.
. Jergas que aluden al consumo
. Cambios en su círculo de amistades. Los compañeros que permanecen mayor tiempo con el estudiante en riesgo tienen características peculiares como: bajo rendimiento, dicen ser los más “bacanes” del aula, son repitentes o han llevado cursos de cargo, manejan dinero, carecen de normas de convivencia, etc.
. Evidencia de drogas o de accesorios asociados al consumo (por ejemplo, papeles para enrollar cigarrillos o cigarrillos sin filtro, goteros, encendedores, palos de fósforo rotos, pipas, colirios, etc.).
. Desaparición de objetos de casa.
. Olor a alcohol en la respiración.
. Uso repentino y frecuente de caramelos de menta para mejorar el aliento.
. Uso de incienso o desodorantes ambientales o uso repentino de perfumes o colonias fuertes.
. Hallazgo de botellas con licores diluidos en agua.

Las acciones para observar como para intervenir en estos problemas deben respetar la dignidad de nuestros hijos. Es preciso que usted esté siempre dispuesto para recibir toda la información que su hijo le dé. Pero también debe dejarle en claro que continuará manteniendo su actitud frente al uso de las drogas (eso depende de cuál sea el nivel de tolerancia suya o el de su familia frente a ellas, quizá sea preciso pensar eso entre los adultos del hogar).

Su primera reacción podría ser angustiarse y no saber qué hacer. Lo primero que debe hacer es averiguar por qué su hijo está consumiéndolas. Quizás está pasando por un momento difícil en casa o en la escuela. El siguiente paso es hacerle saber a su hijo que usted no aprueba su uso o posesión de drogas, que está realmente desilusionado (que sepa que usted no está de acuerdo con el uso de drogas y que no aprueba que él las use). Que sepa que lo ama y siempre va a apoyarlo y guiarlo, pero no quiere que consuma drogas. Explíquele que no quiere que tome decisiones malas y que por ello le sucedan cosas malas en su vida.

Convérsele que con las drogas nunca estará saludable, ni será feliz, que puede perder muchas cosas. Señálele que aunque esté decepcionado con él porque las usó, le agradece que confíe en usted. Que quiere que le diga siempre la verdad. Que a usted no le interesa si otros lo hacen. Que su labor es asegurarse que tenga una infancia y juventud felices, pero que su principal labor es que llegue a ser un adulto responsable, y sabe que está seguro que lo podrá hacer. Pero si usa drogas, no lo logrará.
Este tema es difícil de abordar en pocas líneas, por ello sugiero busque información adicional en Internet, tanto de los efectos de las drogas legales (alcohol y tabaco) así como de las ilegales en jóvenes. Además es preciso estar alerta a cómo nosotros mismos solemos ser quienes propiciamos el consumo de drogas legales en nuestros hijos a edades tempranas, cuando sus cuerpos aún no se hallan maduros para metabolizar, por ejemplo, alcohol. Las estadísticas señalan que a menor edad de inicio en el consumo de drogas (tanto legales como ilegales) mayor riesgo de tener posteriormente problemas con ellas o generar adicciones.

Es fundamental, por lo tanto, tratar de retrasar lo más posible el momento del primer contacto.