27/11/08

El joven nostálgico

Vivir optimistamente, es distinto a mirar las cosas color de rosa. Optimismo implica tener una visión clara de las dificultades y ver las cosas con probabilidad de solución, y si no hay, no hacer que de eso dependa mi vida o mi futuro, sintiendo las cosas como desgracias insalvables y catastróficas. Ver las cosas color de rosa es distorsionar la realidad, afirmando que la vida es un paraíso. ¿Cómo los chicos no aprenden optimismo?: teniendo maestros que se hacen mártires, viviendo en constante lamento, la abnegación y la fácil resignación, así como la pasividad. Expresando que el sentido de sus vida en otras personas.

Por el contrario, una manera de modelar el optimismo es planificar ante las dificultades: estoy temeroso, voy a organizarme para enfrentarlo y vencerlo. Valore en su aula la persistencia y el esfuerzo; que los jóvenes conozcan la relación entre trabajo duro y éxito. Ellos no van a aprender a ser persistentes si no aceptan que el fracaso es algo que acompaña muy de cerca al éxito.

Optimismo no es sobredimensionar lo hermoso de la vida, es tener una visión real, pero con esperanza de que puede ser mejor. Es cierto, la vida no tiene porqué ser hermosa y paradisiaca, pero en gran medida eso depende de la actitud que tome cada uno hacia ella, no es que la vida sea mala, depende de cómo la valore y eso sí depende de uno.

Lo que he mencionado pone en relieve la importancia de la presencia de los adultos en la vida de los jóvenes. Para ilustrarles, una breve historia: Un padre que lleva a sus hijos, uno de tres y otro de siete al parque de diversiones. En la entrada se lee un cartel que dice:”mayores de 6 pagan entrada”. Al llegar a la caja el boletero le pregunta por las edades de los niños, a lo que el papá responde “el doctor tiene tres y el abogado siete”. El boletero le dice soprendido “si usted me hubiera dicho que el mayor tenía seis, no me hubiera dado cuenta y no le hubiese cobrado por él” el padre le da el pago de dos entradas, le dice “así es, pero él si se hubiera dado cuenta”. Ver el video a continuación.


17/11/08

Data versus El Klingon en Star Trek

Expresar mis emociones con libertad no significa trasformarme en el Klingol (personaje dominado por sus emociones violentas) de Star Trek, y por el contrario conocer lo que siento y controlarlo no significa transformarme en Data de la misma serie (androide incapaz de entender un chiste o leer entre líneas las palabras de las personas, pero, increiblemente inteligente). Ambos personajes ejemplifican formas extremas de vivenciar la dimensión emocional humana, de formas de conectarse con la riqueza de los sentimientos.

Lo real es que, es posible no pueda controlar el momento en que mis sentimientos aparezcan, pero, que sí puedo controlar el tiempo que permanecerán conmigo, evitando la furia, la angustia, la depresión, el aburrimiento o el tedio. A eso se llama autocontrol.


Una de las formas de no alentar el autocontrol en la escuela es, evitando o limitando que los chicos o las chicas expresen sus emociones, argumentando que es inapropiado por su sexo o que constituye falta de respeto, o no estimularlos hablar responsablemente acerca de lo que sienten, cuando uno habla de lo que siente, tiene mayor control sobre sus emociones, porque finalmente al verbalizarlo, se lo está diciendo así mismo, y eso permite un manejo o entendimiento diferente de lo que sucede.

Otra forma de no alentar el autocontrol es permitir que los chicos responsabilicen a otros de sus emociones. A ello lo llamamos el “Síndrome Ranma y ½”, personaje de anime japonés, que al mojarse cambia de sexo, y al mojarse con agua de otra temperatura, vuelve a su estado original.

Con esto quiero referirme a que para muchos la percepción del control de la vida es externo, está fuera de ellos.

Frases como: ”tú me haces sentir mal”, “no soporto a este compañero, me hace sentir un tonto”, “la profesora se la ha agarrado conmigo”, “él tiene la culpa, porque me provocó”, son frases comunes en este síndrome, pues todo lo que le pasa a uno es responsabilidad o culpa del resto.

Lo cierto es que cada uno genera sus emociones, de acuerdo a como percibe el entorno. Por otro lado, es útil dejar que los jóvenes asuman responsabilidades. Estas les permite ganar control sobre su cuerpo, esforzarse para vencer su fatiga, controlar sus pensamientos pesimistas, que les pide abandonar o tolerar las críticas sin explotar. Eso sí le ayudará para el futuro y no tendrá que olvidarlo.