4/3/13

Y soy (un joven) rebelde


“Y soy rebelde cuando no sigo a los demás ... cuando te quiero hasta rabiar ... 
cuando no pienso igual que ayer ... cuando me juego hasta la piel... y es que quizá 
nadie me conoce bien” ...dice la canción 
"Y soy rebelde" de RBD.

¡Y es que quizá sea verdad que nadie lo conoce bien!


Este joven dócil en un momento, de pronto sorprende a sus padres con una rebeldía inusual, con nuevas actitudes, demandas, oposiciones, caprichos y tiranía, y mostrándose incómodo al tener que cumplir la reglas del mundo. Aunque parece un conflicto entre el joven y el mundo (pues “todo le molesta”), el tema central es un conflicto con sus padres. En realidad hallamos a un joven que se percibe asfixiado y limitado para crecer y castiga a sus padres con su rebeldía. Descontrolar, angustiar o sacar de sus casillas es 

una interesante recompensa para él, lo hace sentir que tiene más poder que ellos y que ya no mandan más en su vida.

El joven rebelde suele aparecer en familias cuyos padres son muy permisivos o, por el contrario, muy controladores. Ante el primer caso, el joven sostiene “si me dan todo, pueden darme más” y ante el segundo caso sostiene “díganme o pídanme algo, yo me opondré”. En una opción su rebeldía lo hace más demandante y en la otra, más opositor; siempre para castigar, sin darse cuenta que al invertir tanta energía en hacerlo, genera 

que sus padres manden aún más en su vida.

Este joven no está “loco”


Suele hallarse en medio de una familia atemorizada por resolver el problema de cómo equilibrar el crecimiento y la libertad. Algunos padres no están dispuestos a permitir que su hijo haga las cosas normales de los adolescentes, y si las hace, no se sienten cómodos, se angustian. Los padres socialmente angustiados producen hijos angustiados y es común que un joven así no sea aceptado por los pares y sea excluido, o en su defecto, sintonice con jóvenes en condiciones y características similares.


Debemos tener presente que ambos extremos son negativos. Si tratamos de protegerlo exageradamente del “mundo malo y peligroso”, podemos generar demasiado temor en el joven, desarrollando en él una inseguridad muy grande. Si por el contrario, ampliamos radicalmente sus libertades, podemos llevarlo a sentir una falta de soporte en su estructura familiar y con esto, la sensación de que no es alguien importante para nosotros. Los jóvenes necesitan contar con ciertos límites y reglas que les proporcionen seguridad para enfrentar el mundo y el difícil proceso de encontrar su propia identidad.


La adultez usted no va a poder aprenderla por él, pero, sí puede orientar su madurez


En conclusión, tras toda rebelión adolescente hay una fuerte angustia familiar. La rebelión adolescente no es más que la expresión de una energía que no está fluyendo en su cauce natural de desarrollo: el río de la adultez. La rebelión es un mensaje, y bajo ese mensaje hay varias preguntas por hacerse, entre otras: ¿Qué nos atemoriza en la familia acerca del crecimiento de este joven? Respondámonos esa pregunta antes de ver o tratar al joven como una persona con un “conflicto interno” que requiere terapia individual. 


Lo más “terapéutico” para un “joven rebelde” es facilitarle su proceso de crecimiento como persona en el marco de una familia (inquieta pero no angustiada) que lo ayude a disfrutar del mundo, pero con reglas. Es importante brindarle libertades supervisadas mientras va aprendiendo a ser adulto, ganando madurez y responsabilidad, incluso con el riesgo de que tenga que enfrentar situaciones críticas como las que quizá alguna vez nos tocó vivir a ustedes o a mí. Recordemos que, en su momento, esas situaciones nos hicieron crecer aceleradamente en corto tiempo.