16/4/11

Bullying: Dragones y Ratones


“No hay necesidad de apagar la luz del prójimo para que la nuestra pueda brillar”

El dragón y el ratón simbolizan los modos en que nuestros hijos pueden enfocar su mundo de relaciones sociales.Por un lado, el dragón es un animal que va dañando por ahí con el fuego de su boca y que puede simbolizar: la posición “yo gano, tu pierdes” el intento constante de conseguir las cosas por la fuerza la imposición de los propios intereses sobre los demás la agresividad y el descontrol en el cuerpo y la boca la dificultad para comprender el impacto de la propia violencia sobre los otros.

Y, por otro lado, el ratón es un animal tímido que puede simbolizar: la posición “yo pierdo, tú ganas” la dificultad para expresar las insatisfacciones la vergüenza y el susto el abandono o postergación de los propios intereses, priorizando los de los otros el ser víctima del abuso de otros la dificultad para reconocer y detener la violencia de otros.

Ambos estilos (agresivo y pasivo) dificultan la posibilidad de llevarse bien con los demás y de convivir saludablemente en el mundo. La manera más adecuada de prevenir estos estilos es, ante todo, observarlos en los hijos, así como constituirnos en observadores de nosotros mismos y nuestras formas de proceder y concebir las relaciones sociales de los niños y jóvenes.
¿Qué situaciones podemos evitar o promover en el hogar para que no se consolide el estilo dragón o el estilo ratón? Aquí un listado de aquellas que parecen tener más peso:

Dragón

1. No permitir la exclusión de compañeros de las invitaciones a casa. Si hay una fiesta, estar alerta cuando de todos excluyen a uno o dos.
2. Evitar hacer comentarios negativos o desvalorizantes de otros niños o jóvenes frente a los hijos, éstos últimos podrían tomar acciones en aras de ser leales a sus padres o sentir que es válido sentir ira en nombre de sus padres.
3. No ser permisivos con la conducta agresiva de los hijos; la violencia usualmente se incrementa cuando no hay nada que la detenga.
4. No mezclar los problemas personales con otros padres de familia con las relaciones que puedan tener sus hijos o viceversa.
5. Estar alerta a los mensajes que envían a través del Facebook cuando estos son ofensivos, discriminatorios o estimulan a otros a unírseles en contra de alguien.
6. Acordar pocas reglas familiares. En caso de no cumplirlas, aplicar una consecuencia siempre. Es útil que los hijos sientan responsabilidad sobre sus actos y que sean conscientes de que éstos afectan a otros.
7. Evitar el uso excesivo del castigo o el hostigamiento (a través de un exceso de reglas), ya que los hijos suelen desplazar las acciones frente a ellos hacia otras personas.
8. Estar alertas a cómo los hijos perciben nuestros conflictos conyugales, cómo perciben nuestra forma de resolverlos: si es asertiva o si es quizá agresiva (como dragón) o pasiva (como ratón).
9. Estar atentos a cómo llegan a los hijos los mensajes de motivación al éxito y la concepción de competencia. Verificar si estos significan opacar a otros para sobresalir, para así evitar este tipo de mensajes.
10. Quizá algunas veces se vean provocados por algunos compañeros, pero deben comprender que no pueden evitar que sus compañeros se comporten como lo hacen. Sin embargo, él o ella sí puede controlar sus respuestas frente a estas situaciones.
11. Evitar mensajes en casa que estimulen, validen o alienten la violencia (física, verbal, psicológica o virtual) contra otros.
12. Si saben que sus hijos han ofendido a algún compañero, no dejen de intervenir, es una oportunidad para ayudarlos. Un niño o joven agresivo expresa la necesidad de ser ayudado a través de su conducta.


Ratón


1. No ignorar las señales de aviso como aislamiento y molestias sistemáticas de otros niños.
2. Estar alertas a mensajes que en el hogar intimiden, ridiculicen o desvaloricen a los propios hijos (todas ellas formas de rechazo), haciéndolos tolerantes a la violencia y a la exclusión de otros contra ellos.
3. Felicitar sus logros, pues al minimizarlos los invitamos a ser incompetentes o a ser alumnos brillantes, pero a un costo emocional alto. En ambos casos el mensaje es uno solo: “no eres suficientemente bueno para nosotros”.
4. Estar alerta en casa a acciones que perpetuán la pasividad (limitarles la independencia, liberarlos de responsabilidades, sobreprotegerlos, etc.), ello genera inseguridad en su propia capacidad de resolver sus problemas.
5. Observar las interacciones agresivas entre hermanos, verificar qué rol asume cada hijo en esos enfrentamientos y qué sentimientos tienen al final (estar atentos a sentimientos de sumisión o impotencia, o a molestar más para ganar atención de ellos).
6. Estimular respuestas de protección rápidas y seguras frente a la agresión (“No te permito que…”).
7. Conversar con los hijos acerca de lo que es permitido y no permitido en la relación con los compañeros, enseñarles acerca de sus derechos personales o derechos asertivos.
8. Lograr espacios con los hijos para conversar acerca de cómo se sienten y qué los estimula a sentirse así (no basta con respuestas de” bien”, “mal”, o ”más o menos”, es útil ir ampliando el lenguaje que describa sus emociones ). Hay que hacerles notar que sus padres son personas con las cuales pueden contar para hablar, con entera confianza, de lo que sienten y lo que les sucede.

Convertirse en humano es un proceso de aprendizaje de la tolerancia, del respeto y del amor, y un estar alerta a las ofertas de convertirse en dragón o ratón, para despercudirse de ellas. Este proceso de aprendizaje descansa en gran medida en la familia, otro tanto en la escuela y otro en la comunidad.