9/7/09

El éxito contra todo pronóstico

Había una vez dos ranas que cayeron en un recipiente de leche. Inmediatamente sintieron que se hundían, las dos patalearon intentando llegar al borde del recipiente, pero, era inútil. Una de ellas dijo: “No puedo más, es imposible salir de aquí. Ya que voy a morir, no veo para qué prolongar este dolor ... qué sentido tiene morir agotada en un esfuerzo inútil”. Dicho esto, dejó de patalear y se hundió con rapidez.

La otra rana se dijo: “¡No hay caso! Nada se puede hacer para avanzar. Sin embargo, ya que la muerte me llega, prefiero luchar hasta mi último aliento”. Y siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar. De pronto de tanto patalear y batir la leche ésta se transformó en mantequilla. La rana dio un salto y llegó hasta el borde del recipiente. Alegremente regresó a su casa.

En los momentos más complicados lo único que no podemos perder es la esperanza.

Esa capacidad interior del ser humano para hacer frente a las adversidades, superarlas y ser transformado positivamente por ellas, se llama resiliencia.

La resiliencia es la capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves. Es un ajuste saludable a la adversidad.

Pero, ¿cómo es el lenguaje que usamos para referirnos a las adversidades y la actitud que tomamos frente a éstas en el hogar? Las posturas que asumimos son magníficos modelos para que nuestros hijos enfrenten las propias.

Cuando son menores es frecuente que nosotros hagamos la lectura o interpretación de la adversidad que les sucede. Usando un lenguaje poco esperanzador, alarmante, o una actitud pasiva y resignada, así les enseñamos a no tener esperanza.

Cuando se pierde la esperanza surge una sensación de estancamiento, aceptamos una vida problemática como normal, y algunas veces llegamos al nivel de hacernos tolerantes al daño sobre nosotros mismos, es como si ya nos diéramos por perdidos, y ya qué más da. Sin embargo la actitud que se tome ante la adversidad puede convertir a ésta en una oportunidad para descubrir el propio potencial, conocer nuevos recursos en uno mismo y crear oportunidades interesantes.

La energía para transformarse, para motivarse a un cambio, sólo es posible si hay una sensación de inconformidad, si no sabemos contra qué rebelarnos no habrá el salto hacia el cambio.

Una amiga y psicóloga, Liliana Mayo, ha logrado construir con el paso de los años una gran institución, el Centro Ann Sullivan del Perú, un centro dedicado a un proyecto de integración a la vida para personas con habilidades diferentes, diagnosticadas con Síndrome de Down, Síndromes del Espectro Autista y Parálisis Cerebral y Retardo Mental, personas que muchos dirían que no tienen mucha esperanza de éxito. Pese a todo, ella junto con su equipo ha logrado el éxito de sus alumnos y sus familias, y contra todo pronóstico, los ha inducido a pensar que “Juntos hacemos posible lo imposible”. Muchos de ellos trabajan en empleos reales e incluso mantienen a sus familias.

Según las investigaciones no todos somos resilientes, pero creer que “sí se puede” e impulsar a otros a creerlo sí es una capacidad humana muchísimo más frecuente. Sin embargo, creo que a veces, si vamos en esa línea, cruzamos límites insospechados de logro.

Crear en nuestros hijos ese lenguaje interior que los motive a avanzar, demanda que nuestro lenguaje sea un modelo para que ellos creen su propia voz optimista, una que vislumbre sueños, los induzca a seguirlos, los alerte de los desvíos, y también los felicite por los logros alcanzados. Lo que nos decimos a nosotros mismos es nuestra principal fuente de influencia para el cambio.

Es una gran y hermosa labor el hacerles ver que el pasado ya no se puede volver a tocar y que el futuro sólo se puede predecir construyéndolo.

En este medio año que nos queda, pongámonos a analizar el entorno, vislumbremos lo que deseamos que suceda para nosotros y nuestros hijos y pongámonos a trabajar, y si miramos para atrás, que sea con el retrovisor, y sólo para ver cómo nos sirvió de experiencia.

¡Nuestro destino puede ser diferente!, ¿por qué debería ser como lo la lógica de las estadísticas, los pronósticos y progresiones dicen? ¿Por qué no intentar arriesgarse a lograr un destino diferente, a tener éxito contra todo pronóstico?

18/6/09

Cyberbullying

El cyberbullying es el ataque recurrente o el acoso psicológico entre personas de la misma edad mediante amenazas, insultos, etiquetas, humillaciones, expresiones de odio, etc. a través del uso de internet, telefonía móvil y videojuegos online.
Frente a ello, como medidas de seguridad y prevención les recomiendo estos 7 puntos:

1. Observar y orientar a sus hijos en el uso que le dan a sus perfiles personales en Facebook, Hi5 o My Space, chats como MSN y Yahoo Messenger, asi como, cuentas de correo electrónico, de tal manera que no se constituyan en medios para ofender, intimidar u hostigar a otras personas.

2. Conversar acerca de los mensajes o imágenes colocadas por ellos que podrían hacer que otros se sientan mal.

3. Si saben que sus hijos han ofendido a algún compañero, no dejen de intervenir, es una oportu-nidad para ayudarlos. Un niño o joven agresivo a través de su conducta expresa su necesidad de ser ayudado.

4. Preguntarles si han sido objeto de hostigamiento u ofensa en estas páginas.

5. Enseñarles a no responder a mensajes que los intimiden y a bloquear contactos de sus listas o a personas que los estén molestando, esas personas tienen algún problema y no es necesario darles atención.

6. Enseñarles cómo proteger su privacidad en internet y enseñarles a respetar la privacidad e integridad de las otras personas.

7. Enseñarles que en caso de ser hostigados, siempre el responsable es quien está hostigándolos. Explicarles que si los molestan tienen derecho a ser escuchados y deben solicitar ayuda, que no se lo callen, y que tienen en ustedes a personas en quienes confiar.

El cyberbullying afecta emocionalmente tanto al agresor como a la víctima. Por un lado, le permite al agresor aprender a disfrutar del hostigar y causar daño a otro, y por otro lado, a la víctima la intimida, le da una sensación de vivir en peligro, afecta su autoestima y sentimiento de seguridad en sí misma.

Hagamos esfuerzos para que nuestros niños y jóvenes se desarrollen saludables tanto física como psicológicamente, aprendan el sentido de la convivencia armoniosa y el respeto por los demás, así como a disfrutar de las emociones positivas que se experimentan en la relación con sus pares.

3/6/09

En la vida escolar la magia no existe …sólo trucos

Luego de procesar información de hábitos de estudio de mis alumnos, observé la tendencia de ellos a reportar dificultades para organizar su tiempo de estudio fuera del colegio: con pocas rutinas, con postergaciones del trabajo, dedicando tiempo a lo más placentero, con periodos de descanso sin control, con poca planificación de la tarde. Ello nos alerta a observar cómo organizan el tiempo de tareas y estudio fuera del colegio.

Carecer de una rutina organizada en casa y hacer las cosas sólo en la medida que los motive, los hace más propensos a que cuando llegue el momento de controlar sus fatigas, el estrés frente a la responsabilidad o la sensación de monotonía, abandonen aquello que les parezca difícil, frustrante, tedioso, o que requiera persistencia. A través de la desorganización del tiempo y del entorno los chicos enseñan a sus cuerpos y capacidades perceptuales (discriminación, focalización, atención sostenida) a desorganizarse y a ceder con facilidad ante los pequeños o grandes desafíos.

Los pequeños momentos de descanso de cinco minutos muchas veces se alargan y se convierten en una incontrolable hora improductiva.

Ayudarles a tener una rutina y supervisarla contribuirá a generar más orden en sus pensamientos, tolerancia a la presión y a priorizar sus responsabilidades sobre las cosas placenteras.

Por otro lado, hay una tendencia a rodearse de muchos distractores cuando se estudia: celular, televisión, MSN, iPod, teléfono, equipo y asimismo la tendencia a colocar primero las diversiones y luego las tareas.

Si se permiten muchos distractores, poca rutina para estudiar en casa durante la tarde y además hay una supervisión ineficiente de la calidad de los trabajos y del tiempo para cumplir con las responsabilidades, se combinan las condiciones necesarias para tener problemas en el colegio. Estas situaciones pueden construir las condiciones para el autosabotaje escolar.

Estos autosabotajes pueden darles la percepción de que no “sirven” para estudiar, pues usualmente estos acaban en experiencias de fracaso, las cuales podrían reforzar más su sensación de ineficiencia.

En las conversaciones que mantengo con los alumnos con ciertos problemas de rendimiento observo que aspiran a mejorar sus calificaciones, pero no les entusiasma mucho la idea de arriesgarse a cambiar la forma en que hacen las cosas (hábitos). De hecho, algunos tienen poca conciencia de que si permanecen haciendo lo mismo, entonces obtendrán los mismos resultados escolares. Aquí la confrontación de ideas es clave, pues hay que cambiar la forma de hacer las cosas para que los resultados sean diferentes, y les reitero: la magia no existe, solo los trucos.

Les sugiero a los maestros y padres de familia proponerles espacios definidos para estudiar, de 25 a 30 minutos de trabajo sin despegarse del asiento por 5 a 10 minutos de break, para iniciarse en la organización personal, así como brindar la supervisión sobre la calidad y puntualidad en la entrega de los trabajos, y en el caso de los maestros la retroalimentación más rápida.

Este es un primer paso en que debemos ayudarles, el colocarse frente al trabajo (tareas y estudio) el tiempo necesario, y conversar con ellos acerca de las situaciones que lo seducen y alejan, o le estimulan a postergar la responsabilidad por lo más agradable (procrastinación). Luego hablaremos de cómo usar ese tiempo cuando ya está frente al trabajo, pues para estudiar no basta con estar motivado, se requiere también estrategias.

25/4/09

Construyendo seguridad en nuestros hijos: defender los propios derechos

Gina, una adolescente, descubrió esta semana que sus padres han leído su diario; Sebastián se queda callado después de que su profesor lo ha castigado injustamente; Andrea se da cuenta de que una compañera ha estado regando información falsa sobre ella, afectando su reputación, y Alonso es segregado por su compañeros porque dicen que “al participar en clase los opaca y los hace quedar mal delante del profesor”. En todas estas pequeñas historias, los protagonistas experimentan la trasgresión de sus derechos: el derecho a la intimidad, a protestar cuando se es tratado de manera injusta, a ser tratado con respeto y dignidad, y a progresar, aun superando a los demás. Sin embargo, estos jóvenes pueden asumir como tolerables, aceptables y normales esas maneras con que el mundo se relaciona con ellos. Es preciso evaluar cómo los contextos que los rodean, tanto familiar como educativo y amical, pueden contribuir a esta forma de pensar. Sólo el niño o joven que siente que no es correcta la forma en la que es tratado podrá expresarse al respecto. Muchos no reconocen que deben ser tratados con igualdad y que son sujetos de múltiples derechos: derecho a que los demás preserven su integridad física y emocional, su honor y reputación, así como su intimidad y secreto; derecho a expresarse libremente de manera oral y escrita, así como a crear; derecho a la paz y tranquilidad, a la defensa de sí mismo, a tener una oportunidad, a equivocarse y corregirse, a que respeten su propiedad, a ser y pensar de acuerdo con sus propias convicciones, derecho a la libertad y a la vida.

Algunos chicos se inundan de miedo al ser expuestos a circunstancias de trasgresión de sus derechos; se paralizan y silencian, se muestran temerosos y sumisos y postergan sus propios intereses. Otros responden de manera agresiva y violenta hacia los demás con explosiones de cólera, aparentemente más seguros, pero culminan en trasgresiones mayores a las que lo provocaron a actuar de esa manera. No es raro que encuentren que el ser más violento es un medio para obtener un cambio rápido en las situaciones y personas, pero con un costo social tremendo. Aprenden que para ser escuchados, debe gritar y, prontamente, que para escuchar deben ser gritados.

Uno de los aspectos que podemos desarrollar en nuestros hijos, como parte de su crecimiento en autonomía, seguridad en sí mismos y ciudadanía es la habilidad de expresar sus quejas e insatisfacciones, así como a defender sus derechos de manera clara, enérgica y respetuosa.

Hay un dicho en Perú, “el que no llora no mama”, que refiere a esa relación condicional que hemos establecido de que hay que quejarse para ser sujeto de un trato igualitario. Algunos amigos y yo coincidimos en que la cantidad de estímulos que recibimos para poner en uso la habilidad de “expresar una queja” es mayor acá que la experimentada en otros países, lo cual puede ser un indicador de cuán trasgresores podemos ser.

Pero ¿habrá un punto de partida, un proceso para enseñar a nuestro(a) hijo(a) a expresar insatisfacciones o defender sus derechos? Esbozaré un proceso:

Paso 1. El cuerpo suele avisar que está insatisfecho con algo o que está siendo tratado de manera injusta: hay tensión muscular, sube la presión arterial, cosquillea el estómago. En el caso de los chicos, es preciso hacerle pensar en qué ha sucedido para que se sienta así: ¿están dejándole de lado, faltándole el respeto, tomándole el pelo, aprovechándose de él?

Paso 2. Que decida ante quién se quejará, ya que los problemas se intentan arreglar primero con el infractor. Nuestros hijos a veces conversan de sus insatisfacciones con otros amigos, los cuales suelen coludirse con él; en otros casos, en aras de sentirse más tranquilos o con poder sobre esa persona, hablan a sus espaldas o, en otros casos, no le cuentan a nadie, sufren y alimentan su inseguridad.

Paso 3. Quejarse ante esa persona teniendo en cuenta cómo lo hará, si será amable, sereno, pausado o enérgico; en el acto o en otro momento; si lo hará en privado o en público; mirándolo a los ojos o a través de una llamada telefónica, etc.

Paso 4. Plantear una sugerencia para resolver lo que está sucediendo. Esto marca una diferencia frente al solo hecho de lamentarse; refleja nuestras expectativas sobre el comportamiento de la otra persona. Finalmente, para cerrar, puede preguntar si el trasgresor está de acuerdo con lo propuesto.

Cuando oriento a los chicos acerca de este punto en particular, enseño la técnica de cuatro tiempos, que consiste en: Yo me siento (emoción)…, cuando tú haces (describir el comportamiento del que trasgrede…, pues eso significa que (qué mensaje o interpretación le atribuimos a dicha conducta)…, por lo tanto necesito que (sugerencia)… .

Ejemplos: “Papás, me siento muy decepcionada desde que supe que ustedes revisan mi diario, eso significa que no confían en mí y que no respetan mi privacidad. Si ustedes desean saber algo personal, pregúntenmelo a mí, yo les responderé”.

“Profesor, me siento muy confundido cuando usted me responsabiliza sin escucharme de algo en lo cual, estando cerca, no tuve nada que ver. Eso para mí significa que no respeta mi derecho a ser escuchado y defenderme, déjeme explicarle lo sucedido”.

“Yo me siento molesto cuando me pateas como broma. Yo creo que no te importa si me dañas; si quieres bromear, que sea solo de palabras”.

“Yo me siento presionado cuando ustedes dicen que me quede callado en clase porque los hago quedar mal, cuando en realidad deseo preguntar y participar. Para mi familia, es un gran esfuerzo que yo venga acá y he venido a aprender. Creo que a ustedes eso les importa poco, yo respeto que ustedes se queden callados, ustedes respeten mi deseo de participar”.

Defender nuestros derechos exige más valentía, audacia, rapidez, inteligencia y a veces picardía que las expresadas por los que los trasgreden. De hecho, esto es mejor que quedarse en silencio o responder con una agresión física o verbal.

Esto que he esbozado es solo una forma de hacerlo. Imagino que usted tendrá otras estrategias, pero ya sea de una u otra forma, hay una secuencia que incluye: un reconocimiento emocional y mental del abuso, la puesta en evidencia de la conducta del otro como trasgresora y la exigencia de un cambio.

Es preciso recordar que toda habilidad social mientras más sea practicada, llevará a que más cómoda y hábil se sienta quien la ponga en práctica. Cuanto más modelos eficientes haya, más fácil se aprenderá y, si se obtienen resultados positivos modificando las actitudes del otro, mejor aún; sin embargo, aquí el objetivo es quedar bien con uno mismo y defender las propias convicciones acerca de lo se cree que es lo correcto y justo.

Enseñarles a nuestros hijos a defender sus derechos y manejar estas situaciones les ayudará a construir seguridad y respeto por sí mismos. Un requisito para “rebelarse” es tener conciencia de que hay algo que no están haciendo bien con nosotros las personas que nos rodean, de que estamos siendo objeto de abuso o coerción, de que está siendo trasgredido un derecho y que eso no es normal ni tolerable. El otro lado de todo esto es enseñarles a nuestros hijos que hay también deberes para con los otros. Esto les enseñará a respetarlos y considerarlos también como sujetos de derechos. Esto se llama reciprocidad.

20/4/09

El significado y construcción de la amistad

Un hermano es un amigo obligado, un amigo es un hermano elegido.

Al hablar de amistad, no puedo evitar filtrar mis propios conceptos respecto de esta, basados en los vínculos construidos con aquellas personas que, con el tiempo, he venido a llamar amigos. Uno no puede predecir con quiénes crecerá. El inicio de una amistad, así como la manera de enriquecerla y las formas como alcanza su madurez son variadas. Sin embargo, creo identificar algunos elementos que, como un patrón, permanecen relativamente constantes en este proceso que hace que un desconocido se constituya en un hermano elegido.
Indagué con respecto de la historia de algunas amistades célebres y hallé las de Plácido Domingo y José Carreras, Leonardo Da Vinci y Nicolás Maquiavelo, Albert Einstein y Marcel Grossmann, Papa Juan Pablo II y el Cardenal Ratzinger, Ludwig van Beethoven y Franz Schubert, entre otras. En estos vínculos percibí algunos puntos de partida y motivaciones interesantes para la amistad: la gratitud profunda, la admiración mutua, el servicio desinteresado al otro, la responsabilidad asumida en la misma fe, la estimulación y el aprecio constantes.

Nos toca como padres revisar nuestras propias concepciones y vivencias acerca de la amistad, y orientar a nuestros hijos en el momento en que les ha tocado vivir dentro de su proceso de maduración social. En esta etapa les toca aprender a ser amigos, y es una gran responsabilidad educarlos en la confianza, el compromiso, la reciprocidad, y en el brindar y recibir afecto.

Una de las actividades que trabajo en los talleres que realizo consiste en la construcción de un radar de confianza. Es común hallar que quienes no tienen a nadie o muy pocas personas en su círculo más cercano tienden a ser desconfiados de los demás y, por lo tanto, resultan menos confiables a los otros. He observado que son personas más enfadadas, molestas con el mundo, irritadas o cínicas, y tienden a echarles la culpa a los demás de sus problemas. Cuando uno confía en otro lo inspira e invita a hacer lo mismo; la imagen de confiabilidad no se gana “contando la vida”, lo cual hasta puede resultar sospechoso. Más bien, se construye sobre la base a la credibilidad, en el proyectar que tenemos buenas intenciones con el otro, en la amabilidad y la lealtad. Si uno muestra poca confiabilidad, recibirá desconfianza de los demás. Mahatma Ghandi expresó:”Si confías, puedes ser herido, pero si no confías, nunca aprenderás a amar”. ¿Cuán confiables son nuestros hijos a los ojos de sus pares?

La sociedad nos impulsa (y a veces no hacemos mucho para detenerla) a chocar con las personas más que a comprometernos con ellas, lo cual limita nuestra posibilidad de construir relaciones significativas. Una amistad se compromete, pero no hace las cosas por el otro, no recorre la vida por el prójimo, no lleva a la persona a traicionarse a sí misma. ¿Cómo se comprometen nuestros hijos con los otros?, ¿expresan lealtad, servicio y dan lo mejor de sí o priorizan lo material a las personas?, ¿tienden a valorarlas por lo que son o por lo que significan? Si están dando más importancia a las segundas opciones de cada dilema, hay más posibilidades de que sus vínculos sean superficiales y frágiles.

En la infancia y la adolescencia uno perfila lo que puede esperar de las personas, pero también lo que les puede brindar a las personas. Es un tiempo de excelencia para desarrollar la habilidad de relacionarse, y también es donde suceden las fracturas del aprendizaje de dichas habilidades.

La historia de Pinocho describe bien ese proceso de convertirse en persona. Desde mi punto de vista el hada real de Pinocho fue Gepetto, pues el carpintero le dio la oportunidad de experimentar lo más sublime que alguien puede hacer por otro: arriesgar la vida al ir en su búsqueda. Pinocho, al impactarse y sensibilizarse por ese gesto y al decidir hacer lo mismo en reciprocidad al altruismo del anciano, se trasformó cualitativamente, dejó de ser de madera para ser humano, dejó de ser el títere que otros movían para ser el niño con motivaciones internas. El hada solo validó lo que ya Gepetto había hecho con la magia de su amor. Es importante que en muchas ocasiones los padres hagamos de Pepe Grillo para interpretarles a nuestros hijos el significado de las acciones positivas de quienes los rodean y, sobre ello, educar la gratitud y la reciprocidad. ¿Qué tan expuestos están nuestros hijos a la bondad de otros y qué tanto están aprendiendo a ser recíprocos?

La amistad es una gran oportunidad para crecer como personas y hacernos cada vez menos egocéntricos, al impulsarnos a salir de nosotros mismos. La enemistad sostenida, el abuso, la indiferencia, el poco respeto, la insensibilidad y marginación hacia otros en la infancia y adolescencia significan un retraso en la oportunidad de crecer emocional y socialmente. Ante ello hay que estar atentos pues nuestros hijos pueden estar aprendiendo mal la lección de cómo ser amigo y ser persona.

Un amigo es leal. Es confiable, pues puedes estar seguro de él y de que pensará en cuidarte, incluso sin que tú lo sepas. Siempre hace más de lo que le pides o esperas, incluso disculparte o sacrificar su propio tiempo y beneficio. Es fácil ser trasparente con él, pues te sientes aceptado como eres, quizá no avalado en muchos casos, pero sí comprendido. Entre amigos hay admiración, hay un reconocimiento de las cosas que te hacen y lo hacen valioso. Entre amigos se prioriza el afecto y el vínculo frente a los errores y malos entendidos. La maduración de la amistad toma su tiempo, estimula lo mejor de las personas y, en verdad, quien la halla, encuentra un tesoro, un ángel, un hermano.

17/3/09

Ser dueño de uno mismo

Deseo comenzar hablando sobre una frase de Paracelsus (Suiza 1493 – Austria 1541): “Que no sea de otro quien puede ser dueño de sí mismo”. Este grito de batalla me lo imagino en boca de personas que lideraron a otras para lograr la libertad de sus pueblos, para que estos se hicieran dueños de sus destinos. Ser dueño de uno mismo, dentro del marco de responsabilidades que te confiere ser hijo, hermano y alumno, implica tener la sensación de:

* ser protagonista de tu propia historia, único, sin ser copia de nadie, con amor, protección (amable contigo mismo) y respeto hacia ti mismo, con un cuerpo que te obedece en las cosas que te propones y que no te controla.
* conocerte a ti mismo (por un lado, tus fortalezas, las cuales cultivas y, por otro, las cosas que debes cambiar).
* ser responsable de las consecuencias de tus actos (al no pertenecer a nadie), centrado en hacerte cada vez más dueño de ti que en adueñarte de los demás.
* tener fe en ti mismo (tú eres uno de tus mejores amigos) y, como te sientes así, exigir a los demás el respeto hacia ti.
* ser generoso (pues te conoces lo suficiente como para reconocer con facilidad lo que sienten los otros).
* encolerizarte por la injusticia hacia alguien y tratar de hacer lo correcto a pesar de que no es fácil.

¿Algunas de estas características ya las tienes?, ¿piensas que falta algo aquí?. Esto es progresivo y se va aprendiendo.

¿Y qué significará no ser dueño de uno mismo?

* quizá ser esclavo de los otros –lo que suele ser agradablemente engañoso-. Puedes ser esclavo de tus amigos, de tus impulsos o esclavo de los objetos con:
* poca autoestima y respeto por ti mismo (te desanimas rápido de ti mismo o cedes a pesar de que no estés de acuerdo).
* descontrol de boca y acciones (tu cuerpo no te obedece).
* pobres aspiraciones.
* poca fe en ti mismo (no te arriesgas, pues sientes que te va a ir mal de todas maneras).
* poca responsabilidad sobre ti (echándole la culpa a los otros de las cosas que haces o que te pasan producto de tus decisiones, o evadiéndote).

Pero lo más fuerte es que pierdes la esperanza de que algo mejor está por venir. Como ya está todo determinado y sientes que no podrás lograr mucho, te dejas arrastrar por las decisiones o manipulaciones de otros, incluso las de la TV.

Como ves, hay mucho que perder si uno no se hace dueño de uno mismo.

En tu adolescencia exiges libertad, pero tienes que tener claro de qué quieres liberarte. Me atrevo a plantearte esto: ¡Libérate de todo aquello que pone freno a tu desarrollo personal y a tus talentos!

La adolescencia es el periodo donde se construye tu personalidad. Elige, como sugiere Judy Garland, ser “… siempre una versión de primera clase de ti mismo, en lugar de una versión de segunda clase de otra persona”.

Paracelsus no fue un líder de guerras, fue más bien un científico, pero su frase es inspiradora para las batallas más fuertes: las batallas interiores.









5/2/09

De Perro a Amo, de Amo a Maestro

Hace unos días vi en el reportaje de un programa dominical, el ritual de bienvenida a los “perros” de la Escuela de Sub-Oficiales de la Policía en Chímbote, un ejemplo de bullying en educación superior.

Como ciudadano y educador considero que un maestro de policías tiene la función y obligación de entrenar a su grupo de policías en formación en: estrategia, justicia, autocontrol, liderazgo, respeto, prevención del delito, inteligencia, amor a sí mismo, honor, servicio, esto que vi el no se qué tanto contribuye con dicho aprendizaje.

En época de guerra, no creo que en condición de prisioneros sean sometidos a rampear en basura o les obliguen a tragar tierra, no podemos negar que en esos momentos quienes pasen a dicha condición sean maltratados, pero, para poder sobrellevar dichas torturas -imagino- se realizará un proceso de preparación física y psicológica, de “vacunación” contra el estrés asociado a dicha experiencia, esa preparación también imagino se dará durante el paso de los años, no como parte de su ceremonia de bienvenida. Esto que se difundió sólo fue una expresión de la deplorable situación de la vocación docente de algunos maestros en el Perú, quieralo o no estos tipos al mando son docentes, docentes que permiten que un alumno superior abuse de uno menor, amparados en la tradición y la diversión.

Por el lado de los perros, esta experiencia afianza la idea de que el abuso es normal, relativiza el sentido de respeto a sí mismo, y por el lado de los “amos”, refuerza la sensación de poder, de dominio, de gozo en el abuso, incrementa la desensibilización (pérdidad de sensibilidad) por el dolor del otro, esta última es la emoción base o requisito para dañar a otros con facilidad o menos escrúpulo.

Hay investigaciones que sostienen que los juegos de video violentos no instigan a las personas a ser más agresivas, pero, sí las hacen menos sensibles a los sentimientos de los otros, los hacen menos empáticos, imaginemos el impacto de este tipo de actos en los “amos” y la calidad de relación que establecen con las personas dentro de su institución y fuera con la comunidad, por ejemplo Ud. o yo.

Este año, quienes fueron “perros” serán “amos” de otros “perros”.

En estos sucesos, considero que tanto “perros” como “amos”, ambos fueron víctimas de algo peor: de un maestro que enseñó mal su lección.