23/10/08

Educación emocional y corrupción

Hace algunos años una maestra en la universidad nos preguntó desde cuándo el Perú era libre, todos al unísono respondimos desde el 28 de julio de 1821, esta pregunta ha rondado mis pensamientos y conversaciones en varios momentos. Ella añadió una reflexión: el problema de los peruanos es que hemos luchado mucho para ser libres, pero, cuando la obtuvimos, no supimos qué hacer con ella.

Es que la libertad genera ansiedad, angustia y hasta pánico. El ejercicio de ella implica toda una gama de capacidades emocionales que no sabría decir si nuestro país las tenía para iniciar el hermoso camino del autogobierno, del manejo de sí mismo, del aprendizaje difícil de la autorregulación.

Capacidades emocionales como las que requiere una persona para desprenderse de su familia e iniciar el camino sólo: habilidad para aceptar con tranquilidad y esperanza el desafío de crecer, la habilidad para planificar, habilidad para integrarse a otros, habilidad para aceptar sus limitaciones y potencialidades, habilidad para sobrellevar las tensiones, sobrevivir a las crisis y madurar desde ellas, aprender de los errores y no perder la perspectiva en el camino, que, por dichos errores y crisis el futuro deja de existir.

Suele suceder que al percibir las crisis como cargas inevitables en nuestra existencia (algo así como sentir que vivimos en un estado de "maldición" perpetua), las crisis que todos reconocen su existencia, pero, de las cuales nadie habla, van provocando efectos acumulativos y peligrosos, con varios planos no resueltos.

Las crisis son necesarias para el desarrollo, sino se aprende de ellas, ellas viven como fantasmas en la historia, y como sucede en las familias, las crisis no enfrentadas, no habladas, que se viven en silencio, van socavando la estabilidad hasta hacerlas disfuncionales y las van enfermando, usualmente hay quienes presentan con más vigor y visibilidad los síntomas de la enfermedad.

Los shocks o anulaciones de la conciencia posteriores a una crisis o accidente, limitan el sentir el dolor, quizá nuestra naturaleza nos haya dotado de ellos para pensar con frialdad acerca de lo sucedido, reentender lo sucedido y actuar, sin embargo, si no se llegan a usar como tales, el shock puede convertirse en indiferencia y olvido, y el adormecimiento emocional en un estilo de vida, sin capacidad de sentir, sin capacidad de conmoverse, sin capacidad de maravillarse, sin indignarse, sin amar con pasión, sin capacidad de arriesgarse por otros, sin capacidad de sentirse amigo y sin capacidad de ser altruista.

Traumas han habido muchos en nuestra historia: la invasión y esclavitud, la búsqueda de la libertad, la crisis de la madurez como país naciente (yo lo llamaría el fantasma mayor), las guerras, la fragmentación del país sin un horizonte de unificación, postergación de necesidades y pueblos, vueltas al totalitarismo, genocidios, días negros en la economía, caídas de regímenes democráticos, negligencias con secuelas de muerte.

La corrupción más que un trauma adicional en esta vitrina, podría constituirse, con mérito, en una de las formas más atractivas de vivir el estilo de vida del adormecimiento emocional, se requiere de muchas carencias emocionales para ser corrupto, observe ud. su incapacidad para pensar en términos de un "nosotros" o intentar sólo ponerse en los zapatos del otro, basta con oír entrelíneas sus declaraciones, y si hay un "nosotros" es porqué le es útil para un beneficio personal, soliendo ser muy encantadores.

Quizá al preguntarnos: ¿Cómo funcionaba el ascenso social del esclavo?, ¿Cómo funcionaba el pensamiento del esclavo?, ¿Qué hacia para existir y sobrevivir? hallemos muchas de los rasgos por las cuales somos negativamente reconocidos los peruanos,

La corrupción noes más que es un estilo de vida creado en el sistema, alimentado por nuestra historia y erigido desde nuestra historia.

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